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Mostrando entradas de 2014

Ávidas pretensiones - Fernando Aramburu

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*A medida que el frío va tomando protagonismo, el número de clientes que visitan el quiosco de los helados va decreciendo, manteniéndose el buen promedio de ventas gracias a los pedidos a domicilio, que no cesan. Hoteles, restaurantes y residencias son nuestros principales clientes. Este año hemos ampliado el área de reparto a otras localidades cercanas, a las que antes sólo llegábamos por compromiso moral con algunas órdenes religiosas. Cuando a final de temporada hacemos el balance de ventas es sorprendente el alto porcentaje de pedidos que las monjas de los conventos de clausura demandan en relación a las poquitas que son; no deja de ser curioso que ellas, expertas en el arte de la repostería, y en contacto directo con Dios, aún no hayan descubierto los ingredientes que utilizamos para elaborar nuestros helados de nata y sueño y sigan comprando nuestros productos con fidelidad. Hace unos días, cuando me disponía a repartir un pedido en uno de estos conventos, exactamente el de la

Insectos - Víctor L. Briones Antón

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*El pavor irracional que presencié en el rostro de algunos párvulos ante la presencia cercana de las moscas motivó que les prestara mayor atención, buscando información adicional a su mera observación. Afirman los investigadores que durante un vuelo normal aletean 200 veces por segundo siendo capaces de modificar la trayectoria del mismo en menos de una centésima. Maravillas de la naturaleza. No obstante como el interior del quiosco de los helados está desinsectado tal y como dicta la normativa vigente en la materia, tan sólo nos acordamos de ellas cuando escuchamos el ruido de las descargas con las que la máquina de rayos ultravioletas las recibe tras embelesarlas con su fototropismo embaucador. Bueno, eso ha sido así siempre con la excepción de una extraña tarde en la que el local se nos llenó de insectos. ¡Menos mal que a esas horas no había clientes! Ángela me miraba estupefacta sin dar crédito a lo que estaba pasando. Aguantamos los nervios como pudimos y pese a tardar un largo

Dos días de caza - Miguel Delibes

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*Avanza el mes de septiembre y las moscas están cada día más pesadas. A pesar de no ser buen observador, este verano en la terraza del quiosco me ha causado estupor ver cómo estos pequeños dípteros, «familiares / inevitables golosas» protagonistas del poema de Antonio Machado, provocan en algunos chiquillos, con su sola presencia, auténticos ataques de pánico. ¡Cómo cambian los tiempos! El mundo evoluciona y cada día se vive mejor; y a pesar de los grandes avances cada día observo grandes incoherencias a ese progreso. Hace un tiempo que reflexiono sobre uno de los recortes de periódico que hallé mi primer día de trabajo y que me llamó especialmente la atención. Estaba unido a un retrato de Miguel Delibes y el pie de dicha foto rezaba: «la cultura se crea en los pueblos y se destruye en las ciudades». Espero que el mundo prospere de verdad y nuestros hijos no tengan que buscar las palabras que Delibes nos ha legado en un diccionario de rarezas, inverosimilitudes y curiosidades.

Cuento kilómetros - Mario Crespo

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*El anterior dependiente se llamaba Claudio Rivera; acababa de llegar de uno de sus viajes y emprendía otro al día siguiente, por lo que solo pudimos cambiar unas breves impresiones; le devolví su libro y me deseó buena suerte: «disfrutarás en el quiosco, esos helados portan magia». Alertado por esa confesión, quise quedar con él, preguntarle por sus viajes e indagar sobre los conocimientos que pudiera facilitarme acerca de la fábrica de sueños. «Paro poco por la ciudad –me dijo,  si quieres ir viendo cómo son mis viajes, échale un vistazo a Cuento kilómetros, un libro del escritor zamorano Mario Crespo». Decidí hacerle caso. Hacer parada en cada una de las estaciones de Cuento Kilómetros es revivir aventuras de juventud, reflejos de quien al igual que Claudio, tuvo la osadía de dejar el cómodo hogar para salir a conocer mundo y partirse la cara para juntar sus primeros ahorros. Mario Crespo  teje una historia conectando una sucesión de relatos en torno a l

14 - Jean Echenoz

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*Cuando comencé a trabajar en el quiosco de los helados, en el aparador donde guardamos los mandiles, me encontré con este libro; junto a él, decenas de recortes de periódicos con noticias que ya iré relatando. Pregunté a Ángeles (mi jefa) por su propietario y me dijo que era del anterior dependiente. Le telefoneé para comunicarle el olvido y me dijo que pasaría a por él cuando volviera de un viaje, que no dudara en leerlo ya que tenía en mis manos una novela magistral escrita por un francés cuyo nombre se estaba barajando como uno de los candidatos a optar al Premio Nobel de Literatura. Siempre he sido reticente ante la concesión de determinados premios, pero con esas expectativas y aunque el autor aún no me sonaba, tan pronto llegué a casa me puse con él. Sus 98 páginas, agrupadas en 15 cortos capítulos donde me dijeron que no sobraba ni una coma, eran estímulo suficiente. A medida que avanzaba en la lectura fui corroborando que no es el típico superventas que te seduce